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Así es un día cualquiera en la vida Andrea, una mujer con TDAH

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La mayoría de los adultos con TDAH están sin diagnóstico porque no saben relacionar sus dificultades del día a día con los síntomas. Mira una mujer con TDAH

Hola de nuevo, soy Andrea, una mujer con TDAH. Si leíste mis dos primeros artículos quizá te hayas preguntado dónde he estado metida. Bien, te lo aclaro. He estado metida en mi día a día. hoy te voy a contar qué hago yo un día normal. A ver si me identificas con alguien. ¿Empezamos?

Salir de la cama y despertarme puede ser toda una odisea

Entre semana, por mi horario laboral, tengo que levantarme temprano, muy temprano. Soy la primera en despertarme en casa. Tanto que hasta mi gato me mira con cara de pena por lo poco de duermo.

Para conseguir despertarme a tiempo, me pongo dos alarmas en el móvil, con 15 minutos de diferencia entre ellas. Algún que otro día, ninguna de las alarmas consigue despertarme. Entonces, mi gato empieza a mordisquearme los pies como diciendo:

“Venga, Andrea, despierta que tienes que ir a trabajar. Necesitamos el dinero para mi pienso, mis pipetas y mis vacunas. Miauuuu”.

Cuando no tenía todavía el carnet de conducir, mi padre era el encargado de llevarme a clase. En los 15-20 minutos que tardábamos solía aprovechar para hacer microsiestas. Me daba tiempo incluso de soñar alguna que otra cosa.

Hay épocas de mi vida que aún recuerdo. Cuando estaba estudiando la carrera, por ejemplo,  te puedo asegurar que me levantaba, me duchaba, desayunaba y conducía hasta la facultad en medio del mayor sopor. Seguía dormida en vida.

Bien, cuando de una forma u otra he conseguido levantarme, tardo 1 hora hasta que salgo de casa.

  • Durante esa hora lo único que hago es darme una ducha rápida, vestirme y desayunar.
  • He renunciado por completo a maquillarme o arreglarme el pelo, porque entonces necesito media hora más, y por las mañanas media horita de sueño es un lujo al que no pienso renunciar.
  • El café (XXL) y el tratamiento para el TDAH consiguen, en el mejor de los casos, que a los 90-120 minutos de levantarme consiga tener una conversación coherente.

Después de toda esta batalla, llega la hora de ponerse a trabajar

Probablemente lo que voy a decir a continuación suene pretencioso.

  • En mi trabajo soy buena, muy buena. Ahora bien, para ello necesito unas pautas muy concretas.
  • Cada día, nada más llegar, tengo que lavarme los dientes (me tomo otro café por el camino, y van dos).
  • Si no puedo lavarme los dientes, ya no me encuentro cómoda en toda la mañana y baja mi rendimiento.
  • Tengo que usar un ambientador natural, de regaliz, ya que es un olor que me ayuda a concentrarme.
  • Y por último, tengo que montar lo que yo llamo “mi chiringuito”, papeles, grapas, bolígrafos…
  • Todo tiene que estar dispuesto en un orden concreto y en una cantidad determinada.

¿Cómo lo llevas?, ¿agotado de leerme?

Pues imagina cómo va la cosa a estas alturas en mi cabeza. Las pautas de trabajo deben ser estables y constantes. Si hay un exceso de ruido a mi alrededor se acabó, soy incapaz de hacer nada.

Por fin se acabó el trabajo. Ahora a casa

La mayoría de los días suelo comer en mi trabajo. Termino muy tarde y llego a casa cansada y de mal humor si no lo hago así.

Hasta hace unos meses, después de comer solía tomar otro café, pero la verdad es desde que tomo medicación para el TDAH este café no me hace falta para funcionar a un ritmo normal y lo he suprimido.

Bien, normalmente por la tarde comienza a acompañarme una cierta inquietud interna.

  • Es una sensación de no estar ubicada, que poco  a poco he ido identificando con la ausencia de un horario externo.
  • Esta inquietud va en aumento a lo largo de toda la tarde
  • En no pocas ocasiones, se convierte en una ansiedad que me impide hacer nada útil hasta poco antes de la noche
  • Luego llega el momento en el que, junto con el fin de las horas sin reglas fijas, la ansiedad desaparece.

Muchos días, mientras vuelvo del trabajo en el coche, voy pensando ahora cuando llegue voy a hacer esto y lo otro,

  • Algunas cosas relacionadas con el trabajo
  • Otras con hobbies
  • O simplemente cuestiones de organización doméstica.

Te puedo decir que ni el 50% de las ocasiones llego a cumplir los planes,

  • A lo largo del camino me invade la ansiedad
  • Muchas veces siento frustración por todo lo que considero que no he conseguido a tiempo
  • Al llegar a casa simplemente me justifico con el cansancio para dejar que pase otra tarde poco productiva.

¿Qué pasa por la noche?

Como ya te he comentado más arriba, hay un momento mágico. Es una hora bruja en que mi ansiedad baja hasta casi desaparecer y, entonces, recupero el control de mi reloj interno. Suele coincidir con las 20:30 horas aproximadamente.

A esa hora “ya está todo el pescado vendido”

  • No hay lugar más que para preparar la cena, recoger alguna cosa, ver un rato la televisión y acostarse.
  • Mi marido trabaja en horario de tarde, de forma que suele llegar a casa después de la hora bruja
  • Si me pregunta detalles de la tarde me suelo sentir culpable por no haber sido capaz de aprovechar mejor el tiempo
  • Entro en un estado de melancolía que ya no me abandona hasta el día siguiente
  • A veces incluso se cuela en él, a modo de resaca.

A la hora de acostarme suelo encontrar justificaciones para demorar el momento

  • Meter alguna cosa en el lavavajillas, limpiar la arena del gato…
  • Si alguien me preguntase el motivo de no querer acostarme me resultaría difícil de explicar. P
    • Por un lado, la sensación de fracaso por la finalización de otro día en el que no se han cumplido mis elevadas y poco realistas expectativas.
    • Por otro, una angustia absurda en el momento mismo de dormir, de la pérdida de contacto que la realidad y la vigilia, a la que no puedo ponerle ni causa ni nombre, ni solución.

En fin, al final me ha quedado una entrada algo triste. Es que en mi día a día mi cabeza está llena de contradicciones y sin sentidos que a menudo limitan mi bienestar.

Espero que esta entrada te haya resultado interesante. Habrá nuevamente entradas divertidas en no mucho tiempo.

Si quieres ver cómo fue mi infancia, aquí tienes el enlace a los dos artículos

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