Si eres un adulto con TDAH, necesitas descubrir por qué la nutrición es uno de los pilares de la terapia integral y cómo puede ayudarte a mejorar tu día a día.
Ya sabes que en el TDAH hay un problema central con el autocontrol. Esto, entre otras cosas, afecta a la comida y si le unimos la ansiedad que generan las incontables dificultades a las que te enfrentas en el día a día, el caldo de cultivo para desarrollar un trastorno de la conducta alimentario, está servido.
Al final te encuentras en un círculo vicioso del que cuesta mucho trabajo salir si no conoces las claves para conseguirlo. Si quieres saber cómo prevenir o actuar ante esta situación, no te pierdas este artículo. Te voy a destapar las 4 claves imprescindibles para que tu alimentación sea una aliada frente a tu TDAH.
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4 claves para la alimentación de adultos con TDAH
Las 4 claves imprescindibles para que tu alimentación sea una aliada frente a tu TDAH se dividen en:
Uno. Cantidad
Te digan lo que te digan los nuevos teóricos de la nutrición, la realidad es que la cantidad importa. No es lo mismo comer 1000 calorías que 2000, por mucho que sean de un tipo o de otro.
Dicho esto, lo primero que necesitas saber es si estás en tu peso o no.
Si estás en tu peso, debes seguir una dieta “normo” calórica, cuya cifra depende de factores como tu sexo, tu peso, tu edad o tu altura, o tu nivel de actividad física, por ejemplo. Debes comer más o menos las mismas calorías que gastas.
Si estás por encima de tu peso, debes tener en cuenta los mismos factores que antes, pero además, tu dieta debe ser “hipo” calórica. Vamos, que debes comer menos y/o mejor, para perder peso.
En el caso contrario, tienes que comer más y/o mejor para ganar peso, o lo que es lo mismo debes hacer una dieta “hiper” calórica.
Dos. Calidad
No me refiero sólo a que las calorías sean buenas o malas solo, sino que la proporción de los diferentes micro y macronutrientes, debe mantener las recomendaciones establecidas. Me explico.
Debemos comer más o menos un 50% de hidratos de carbono, un 30% de proteínas y un 20% de grasas.
Dicho esto, las grasas deben ser de la mejor calidad posible. Mejor grasas vegetales que animales. Mejor vegetales poli insaturadas que saturadas, o lo que es lo mismo, lo mejor de lo mejor, el aceite de oliva virgen extra.
Dentro de los hidratos de carbono, los azúcares mejor los complejos, que tienen metabolización más lenta, o lo que es lo mismo, lo menos procesados posibles. Y además si son integrales, mejor que mejor. Tienen más calorías, pero también un alto porcentaje de fibra, que favorece una mejor digestión.
Tres. Organización
Este es un aspecto poco conocido pero muy importante.
No se trata sólo de evitar cocinar fritos, sino también de cómo se organizan las horas y los tipos de alimentos en cada comida.
No es recomendable tomar hidratos de carbono exclusivamente por su alta tendencia a convertirse en grasas en el organismo. Menos aún si se trata de líquidos como zumos, cremas y similares. Pueden tener muchas vitaminas pero la carga calórica es desproporcionada y el gasto que hacemos para metabolizarlas, casi nulo.
Todo esto, sin olvidar las cinco comidas al día.
Cuatro. Optimización
Este punto se basa en la valoración de incorporar suplementos y/o complementos nutricionales que nos pueden ayudar a funcionar mejor a nivel fisiológico y metabólico.
Me refiero por ejemplo al triptófano, el omega 3, el magnesio o el hierro.
Eso sí, ponte en manos de un profesional oficial y experimentado. No sigas los consejos de tu vecina del 5º o de la influencer de turno.
No juegues con tu salud.
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